HOMENAJE PÓSTUMO AL HERMANO VIEJO
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Viejo operando con la hermana Socorro mientras asistíamos a otro paciente muy grave |
Llegué a Asafo en la
madrugada de un domingo y por la mañana fuimos de excursión con el hermano
Viejo, que así era conocido por todos, él disfrutaba con los paseos por la
selva. Nos acompañó una estudiante de enfermería holandesa, que era su último
día de estancia en el hospital después de dos meses. Ella había llegado con un
compañero que al ver el panorama del hospital y del pueblo se asustó e
inmediatamente se volvió a su país.
Durante el mes que estuve en
Asafo operábamos casi cada día, principalmente hernias y cesáreas, pero también
tuvimos que hacer alguna otra intervención mayor como una craneotomía a un niño
que le cayó encima un árbol que estaba cortando su padre. La intervención fue
bien pero el niño había broncoaspirado y tuvo una bronconeumonía grave y como
no había ningún respirador en el hospital murió. Esa es la triste y cotidiana
realidad africana donde se producen muertes que en nuestro medio serían
totalmente evitables.
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Tomando una bebida local en una tasca de Asafo |
El hermano Viejo era un
leonés tranquilo, que había hecho medicina interna, pero que por las exigencias
de África se reconvirtió en cirujano y también en pediatra, obstetra y de todo.
Operaba bien, apenas se inmutaba aunque llegará una urgencia a la hora que
fuera, se podía decir que estaba siempre de servicio, disponible, y eso un año
tras otro. Son muchos miles los enfermos
de Ghana y de Sierra Leona que atendió con su buen hacer, sacando el mayor
rendimiento posible a los escasos recursos disponibles en esos remotos lugares.
Guardo un recuerdo muy
entrañable de esa estancia en la que conviví con el hermano Viejo, aprendí mucho
de él y contribuyó a que me contagiara del mal de África, que cuando te coge ya
nunca lo puedes curar. Valgan estas líneas como un reconocimiento a su entrega,
a su labor callada y eficaz, al igual que la de muchísimas monjas y misioneros que esparcidos por toda la tierra son fuente
de esperanza para los más necesitados de los hombres.
Antonio Villalonga